sábado, 23 de abril de 2011

Crítica de Teatro

“Veraneantes”. Teatro de la Abadía”. Hasta el 29 de mayo.
Basada en textos del escritor ruso Gorki, el dramaturgo y director Miguel del Arco ha construido esta obra enmarcada en una residencia veraniega, donde una serie de personajes intentan ser felices pero no lo consiguen. Parece que la sociedad ha impuesto esta época del año como un momento en que debemos disfrutar de la vida, por la cantidad de luz y calor que supone. Sin embargo, en el estío pueden ocurrir –y de hecho, en este argumento ocurren- multitud de acontecimientos, no todos agradables porque el autor se plantea temas fundamentales de la vida del hombre: ¿Qué significa el progreso? ¿Qué es el arte? ¿Es mejor el arte o la ayuda humanitaria para mejorar a las personas? ¿Por qué las relaciones humanas son tan difíciles o por qué las hacemos nosotros mismos tan complicadas?
Cuando la obra original se estrenó en 1904, Rusia se agitaba con la idea de poder aceptar la utopía como base de todo progreso, de emprender una revolución que partiera de la dignidad del ser humano. El resultado de dicha revolución está escrito en los libros de historia y es evidente: el desastre. ¿Pero por eso y basándonos en tal experiencia, debemos tirar la toalla? Parece, según Miguel del Arco, que la sociedad actual se ha vuelto acomodaticia y que todo le tiene sin cuidado. O que, al menos, en su fuoro interno, cree que no puede hacer nada por mejorar las cosas.
Quizás, tal y como está planteada, la obra que nos muestra el Teatro de la Abadía, plantee demasiados temas para dos horas y media de función. Con tanta profusión de ideas a los personajes no les da demasiado tiempo de desarrollarse con profundidad y se nos antojan títeres al albur de las circunstancias en las que cada uno de ellos se encuentra inmerso. De todos modos, todos los actores ( y subrayamos “todos”) realizan un trabajo encomiable, están convincentes. Es posible que a quien más se le note actuar sea al veterano Chema Muñoz, pero esto puede que sea una percepción personal porque su personaje es la oveja negra de la familia y eso condiciona…o no debería por qué…
Por otro lado, los números musicales se nos antojan momentos que intentan imprimir ritmo a la acción pero, desde mi punto de vista, no lo consiguen: se quedan en meros parches extemporáneos. No obstante, la puesta en escena es ciertamente original y la aplaudimos.
No cuaja, en definitiva, “Veraneantes” en el espectador. La idea es buena pero, en su conjunto, el resultado, no tanto.

viernes, 22 de abril de 2011

Teatro

“Creo en Elvis”. Sala Cuarta Pared. Hasta el 15 de mayo.
La gente cree en cosas pero, ¿en qué cree? ¿qué mitos necesitamos construir para hacer nuestra vida más interesante? Con estas preguntas el dramaturgo y director argentino Mariano Rochman se lanza al vacío para poner en pie este montaje donde el humor, la ironía y un juego continuo entre el doble sentido del lenguaje y la ciencia ficción sustentan la historia.
 La industria decide clonar a Elvis Presley para obtener un mayor rendimiento de esta poderosa figura, pero el ser humano tiene un límite. Cuatro Elvis clonados tendrán que encontrar al verdadero Elvis, el único que no soporta la farsa, el único que decide escapar de esta mentira comercial y marketinera.
Una idea inteligente, un montaje resuelto, una dirección certera y una interpretación impecable.

jueves, 21 de abril de 2011

Teatro

“Mi alma en otra parte”. Teatro Valle Inclán. Hasta el 8 de mayo.
Esta obra aborda temas escabrosos, como la pedofilia, y otros que afectan profundamente al ser humano, como los secretos y la compasión. Al mismo tiempo, somete al espectador a una tormenta emocional. La imagen de un anciano rodeado de perros enfermos y moribundos, caminando hacia el ocaso, a través de un olivar, inspiró al autor, José Manuel Mora, a escribir este texto. Además, la presión política que, en su día, caía sobre aquel hombre (que no era otro que su propio padre), aportó el germen de esta historia, cuyo tema es mantener la tierra para poder sentirse más digno y, al mismo tiempo, conservarla como si fuese un viejo amor.
El argumento se desarrolla a partir de una historia de amor entre una joven y un señor. A partir de ahí, el autor indaga en las historias y las heridas dentro de una familia, donde hay secretos entre padres e hijos.
Todo ello, con la pretensión de que a los espectadores se les remueva algo en su interior, de que no salgan de la obra igual que entraron… De todos modos, el texto intenta huir de la moralina, al tiempo que pone el dedo en la llaga, destapando un tema en el que la sociedad siempre se muestra muy hipócrita.
El actor protagonista es Fele Martínez (“Flor de otoño”, “Sueños de un seductor”) para quien este trabajo ha supuesto una investigación en los diferentes tonos existentes entre lo blanco y lo negro: nada es bueno ni malo en su totalidad. Como la vida misma…

Teatro

“La omisión de la familia Coleman”. Matadero/Naves del Español. Hasta el 24 de abril.
Claudio Tolchair (actor, director y dramaturgo argentino) es el nuevo genio del teatro actual. Así, lo corrobora la crítica y el público, quienes, en los últimos años, lo han ensalzado hasta el podio más alto. Ahora, los madrileños tenemos la suerte de disfrutar de su último montaje, “La omisión de la familia Coleman”, con el que ha visitado la friolera de ¡treinta países!, a través de su compañía independiente, Timbre 4.
La pieza –que, hace años, ya tuvimos ocasión de ver en la capital, en un montaje absolutamente maravilloso- cuenta la historia de una familia que vive al límite de una disolución evidente pero, al mismo tiempo, secreta; este punto es lo que la hace tan intrigante porque sus miembros conviven en una casa que los encierra y en la que crean espacios personales, dentro de los espacios compartidos, cada vez, más difíciles de conciliar. En este sentido, se nos antoja de un cierto modo a la gran película de Buñuel “El ángel exterminador”, donde los protagonistas se ven abocados a un encierro en una iglesia, que en el fondo, es un encierro psicológico.
En este caso, el texto no es metafórico, como en la película, sino realista, escrito por el mismo Tolchair, con detalles que relatan las características de la familia, la acumulación de objetos y la superposición de estilos, que sirven para retratar esa convivencia imposible de la que se sienten tan presos.
En definitiva, un drama extensible a la vida de todos nosotros, que, de una forma u otra, teniendo en cuenta alguna etapa de nuestras vidas, nos podremos ver reflejados en los personajes y sus dolorosas situaciones.

Teatro

“Casa de muñecas”. Teatro Fernán Gomez. Hasta el primero de mayo.
El genial dramaturgo sueco de finales del siglo XIX, Henrik Ibsen, escribió su obra más universal, “Casa de muñecas”, como un “thriller” psicológico. El escándalo que provocó el escritor con esta obra, en 1879, aún, hoy día, continúa vigente. En ella, se describe la vida de Nora, una mujer deseosa de escapar de su “idílico” matrimonio para encontrar su propio camino. De este modo es como el autor reflexiona acerca de la independencia, las convenciones sociales y la necesidad de rebelarse contra ellas.
La obra recuerda mucho a otra del mismo autor, también protagonizada por una mujer fuera de su tiempo, “Hedda Gabler”, que también se rebela contra todo lo establecido, social y personalmente en su vida privada y que, en última instancia, plantea un dilema moral, como en este caso. En ambas obras, las protagonistas descubren que viven en una mentira y hacen lo que sea por romper con esa situación.
Por otro lado, “Casa de muñecas” se enmarca en un ambiente propio de un cuento de terror, donde imperan la inquietud y la amenaza de ese mundo artificial en que mora la protagonista, interpretada notablemente por una cada vez más madura Silvia Marsó. El caso es que Ibsen dotó de un proceso interior a este maravilloso personaje, que, finalmente, se convierte en una especie de abismo porque se percata de su papel en la sociedad, frente a su marido y, en definitiva, frente a su entorno; finalmente, revienta y lo tira todo por la borda.
Una obra imprescindible del teatro moderno y que tiene mucho que aportar en la sociedad de nuestros días, tan convencional y arcaica en muchos aspectos, aún…

Crítica de Teatro

“Juicio a humanos”. Teatro Galileo. Hasta el 15 de mayo.
“Juicio a humanos” es una comedia destinada a toda la familia (a partir de los diez años) en la que cuatro actrices interpretan nada más y nada menos que a ¡treinta! personajes, mediante la utilización de diferentes disciplinas teatrales y, al mismo tiempo, lanzando un mensaje que aboga por la defensa del Medio Ambiente, la paz, la tolerancia religiosa, la sensibilidad hacia el bienestar de todas las criaturas de la Tierra, por el pensamiento crítico y por la educación moral de los más jóvenes.
El argumento se basa en el hecho de que el Tribunal Supremo de la Tierra lleva a cabo un juicio sumarísimo y sin precedentes contra la especie humana por una serie de acusaciones, como el exterminio de la especie animal. Tomando como acusado a un espectador del público, los protagonistas (diferentes animales) interrogarán a una gran variedad de testigos, quienes aportan testimonios y pruebas a favor y en contra de los humanos.
Esta es una adaptación de la novela “Juicio a los humanos”, de J. Antonio Jáuregui y Eduardo Jáuregui. La obra tiene un marcado carácter instructivo y didáctico y es ideal para representarla ante grupos de escolares de hasta dieciocho años de edad, por ejemplo, aunque su mensaje se hace tan necesario entre los adultos…
Las cuatro actrices realizan un ejercicio sobresaliente de interpretación y danza y no podríamos decantarnos por ninguna de ellas en particular porque todas están estupendas.
En cuanto a la escenografía, es altamente sugerente. A la puesta en escena le falta, quizás, más ambientación sonora. Y en su conjunto, la obra se hace un pelín larga, pues se nos antoja que se presentan demasiados testigos aunque, bien es cierto, que ninguno de ellos se repite con relación al resto: cada uno presenta un argumento diferente al otro, bien en contra, bien a favor del encausado.
“Juicio…” es, por lo tanto, un montaje delicioso, diferente al resto de teatro que estamos acostumbrados a ver, y con una sensibilidad especial, por lo que, desde aquí, felicitamos a su director, José Piris, por haber sabido captar tan bien la esencia de la novela para transmitírnosla en un lenguaje claro, conciso y, sobre todo, muy entretenido.